Las investigaciones sugieren que los jóvenes involucrados en sistemas como el cuidado de crianza o la justicia juvenil a menudo experimentan tasas más altas de trastornos de salud mental en comparación con la población general. Esta población tiene un mayor riesgo de padecer afecciones como el trastorno de estrés postraumático (TEPT), la depresión y los trastornos del comportamiento debido al trauma, la inestabilidad y las experiencias adversas de la infancia.
Los jóvenes y adultos jóvenes con necesidades complejas de salud mental pueden beneficiarse de los servicios de un coordinador de atención. Los administradores de casos y los coordinadores de servicios o atención pueden ser uno de los muchos profesionales de la salud mental que organizan servicios y apoyo adecuados para los jóvenes.
Según los Institutos Nacionales de Salud Mental, a pesar de las mayores necesidades, los jóvenes con participación en los sistemas a menudo encuentran barreras para acceder a los servicios de salud mental. Estas barreras pueden incluir la falta de cuidadores estables que aboguen por sus necesidades de salud mental, cambios frecuentes en las situaciones de vida que interrumpen la continuidad de la atención y acceso limitado a profesionales de la salud mental que comprendan sus desafíos únicos.
Muchos jóvenes buscan apoyo social en tiempos de crisis y angustia con vecinos, amigos, familiares, compañeros de trabajo y otras personas.
La Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias (SAMHSA, por sus siglas en inglés) informa que los problemas de salud mental no tratados pueden tener profundos efectos a largo plazo en los jóvenes con participación en el sistema. Estos efectos pueden incluir tasas más altas de personas sin hogar, participación en la justicia penal como adultos y dificultades para formar relaciones estables o mantener un empleo. La intervención temprana y los sistemas de apoyo integrales son cruciales para mejorar los resultados y romper los ciclos de origen traumático y desfavorecido.
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